La adolescencia es dura, pero yo lo soy más; aunque me duele verme al espejo y ver un día un bellezón y al día siguiente darme asco. Me duele decir un día que estoy delgada y al día siguiente sentirme gorda. Llorar noches consecutivas y que sea la almohada la que escucha todas mis penas. Pero consigo olvidarme de eso viendo a otra gente mal. Me despreocupo de todos mis pensamientos y me centro en la persona a la que hoy le tocó sufrir. Me centro solo en ella escuchándola y pidiéndole lo único que necesito:
''¿QUÉ COÑO PASA?''
Analizar, pensar, razonar y darle motivos para sonreír. Eso es lo que me hace olvidar mis problemas. Sean de quién sean los problemas, siempre intentaré sonreírles y que quién los sufra que lo haga conmigo. Es la mejor manera de afrontarlos.
Es un lujo poder hacer sonreír a la gente que realmente merece la pena. ¿O no es cierto que, aunque estés mal, si consigues hacer sonreír a alguien, te sientes mejor?
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